martes, 5 de junio de 2007

APRENDER A USAR LA LENGUA (Isabel SoIé)

Hasta hace poco tiempo, hablar de 'lengua" era hablar, finalmente, del conocimiento de sus aspectos estructurales y focales, de su análisis. Hablar de lengua y enseñarla, se identificaba con enseñar gramática. Sólo a partir de los años sesenta se aprecia un movimiento que tiende a enfatizar el uso de lengua y a atribuirle una dimensión instrumental en sentido amplio.
Se entiende que hablar de lengua es hablar de comunicación, de instrumento que permite explorar los ámbitos de la cultura y de herramienta que organiza y ordena nuestro pensamiento, nuestra actividad y, en buena medida, la de los demás.

HABLAR, ESCUCHAR, LEER Y ESCRIBIR, ¿QUÉ CLASE DE
PROCEDIMIENTOS SON?
Son procedimientos polivalentes, es decir, sirven para muchas cosas, aparecen en nuestra vida cotidiana siempre con un fin y con un objetivo.
Las diferencias no estriban en la posibilidad de leer, escribir, hablar y escuchar, sino más bien en la posibilidad de hacerlo de forma competente, según las exigencias de la situación en que se encuentren y de los objetivos que persigan.
Se puede afirmar que se trata de procesos intencionales y autodirigidos, es decir, que requieren la presencia de un objetivo, meta o finalidad y la conciencia de que dicho objetivo existe. Escuchamos, hablamos, leemos y escribimos para conseguir algo, y ese algo dirige y modula nuestra actividad.
La dimensión de "autodirección" no es la única que comparten nuestras cuatro grandes habilidades. Simultáneamente, se trata de procesos sometidos a autocontrol o autorregulación, es decir, implican la supervisión de la actividad de que se trate con el fin de asegurar que se ajusta a los objetivos previstos, lo que permite ir modificando nuestra actuación cuando sea necesario.
Por ejemplo en la lectura; mientras leemos necesitamos ir verificando si nuestros objetivos se cumplen y todavía no basta con eso, si es necesario, debemos modificar nuestra lectura para conseguir estos objetivos.

APRENDER A USAR LAS HABILIDADADES LINGÚÍSTICAS
Aprender a usar las habilidades lingüísticas requiere situaciones que faciliten dicho aprendizaje. Dichas situaciones serán de uno u otro tipo, según sea la representación que nos hacemos de lo que suponen las habilidades de que estamos hablando. Así, si tenemos una idea de la lectura, las situaciones que propondremos a los alumnos les conducirán a enfrentarse con esa perspectiva hacia el texto.
Por esta razón, es conveniente ir reflexionando sobre lo que supone cada una de las grandes habilidades, de forma que las decisiones que se adopten en el ámbito de la enseñanza puedan ayudar realmente a su apropiación por parte de los alumnos.
Es un proceso complejo, pero nos acerca a la actividad real del lector (o de quien escribe, habla o escucha), actividad movida por un propósito y gestionada por uno mismo. Por otra, subyacen en ella estrategias de aprendizaje autónomo; a medida que se aprende a utilizar con competencia las habilidades lingüísticas, se aprende a dotarse de objetivos, a aportar conocimientos previos, a evaluar y a regular la propia actuación. Se sugiere la idea de que aprender a usar la lengua en esta perspectiva ayuda a usarla también para aprender, especialmente si se le hace ver al alumno su potencialidad en este aspecto.

IMPLICACIONES PARA LA ENSENANZA
Es imprescindible, si se quiere modificar la enseñanza de la lengua, reflexionar sobre lo que ésta supone y formarse en aquellos aspectos en que sea necesario.
Algunas consecuencias de adoptar estos enfoques han llegado felizmente a la escuela (por ejemplo, hoy nadie duda de que es necesario trabajar con distintos "tipos" de texto en el aula).
Sólo desde esa reflexión se puede entender en todo el sentido que a hablar, escuchar, leer y escribir se aprende participando en situaciones que obligan a usar estas habilidades. Encontrar razones y encontrar ayudas adecuadas es lo que necesita el aprendiz para devenir usuario competente.
Para encontrar razones, es necesario ofrecerlas; los proyectos en el Área de Lengua y los proyectos interdisciplinares, más amplios o más concretos, ofrecen numerosas razones para poner en marcha las diversas habilidades lingüísticas en un sentido global y compartido. Los talleres de escritura, las propuestas sobre composición escrita en torno a textos diversos, los rincones de lectura o biblioteca, son sólo algunos ejemplos del abanico de tareas que pueden proponerse en el aula y que responden a objetivos concretos, comprensibles y atractivos para alumnos.
Para encontrar ayudas, también hay que ofrecerlas. La tarea del profesor es insustituible. En buena medida, dicha ayuda se desprenderá de una representación más ajustada de lo que suponen las habilidades lingüísticas.
Fundamentalmente, ayudar a los alumnos y alumnas en su apropiación de las diversas habilidades lingüísticas requiere adoptar formas de intervención en el aula coherentes con ese propósito.
En primer lugar, conviene tener en cuenta que, con frecuencia, las habilidades lingüísticas son más bien objeto de comprobación o de evaluación que de enseñanza propiamente dicha. Cuando se le pide a un alumno que realice una exposición, que elabore un resumen o una redacción, etc., en realidad se le está pidiendo que haga algo que, muchas veces, no se le ha enseñado previamente.
El profesorado tiene un papel que jugar. Ofrecer modelos de cómo él resuelve el problema que se plantea a los alumnos y, especialmente, implicarse con ellos de forma que pueda ir ofreciendo las ayudas que van a necesitar, constituyen los puntos centrales de su actuación.
En segundo lugar, lo que caracteriza a una persona competente en el uso de las habilidades lingüísticas recae en la posibilidad que esta persona tiene de adaptar dichas habilidades a diversos propósitos y circunstancias. Esto aboga por diversificar en la escuela las experiencias educativas que se propone a los alumnos con la finalidad de ampliar su competencia comunicativa en todos los ámbitos. A veces, en el aula, se habla para responder preguntas, y se escucha para tener preparada la respuesta; se escribe para decir cosas sobre
una vaca o sobre lo que se hizo en el fin de semana, se lee en voz alta un texto que todos tienen ante los ojos para que alguien formule cuestiones bastante aburridas sobre lo que se leyó.
Cuando las actividades relacionadas con la enseñanza de la lengua son tan restrictivas y rutinarias, se produce un desaprendizaje por una doble vía: porque los alumnos no tienen oportunidad de manejarse en tareas más complejas y variadas, más próximas a la vida real y finalmente terminan aprendiendo que leer, escribir, hablar y escuchar es esto y no otra cosa.
Es verdad que muchos docentes muestran interés por una aproximación más comunicativa y funcional, pero se sienten en cierta forma atrapados por una programación más relacionada con los aspectos gramaticales que son, ciertamente, importantes. Adoptar un enfoque comunicativo no significa ignorar dichos aspectos, sino orientar su enseñanza en una perspectiva más significativa, que asegure que van a cumplir su función prioritaria: mejorar la potencialidad comunicativa del alumnado.
Se busca que los alumnos a lo largo de la escolaridad obligatoria, aprendan que las habilidades lingüísticas son poderosísimos instrumentos para la comunicación, el aprendizaje y el disfrute personal.

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